
A mí me hicieron sufrir en el amor, mi primer amor. No fue apropósito, eramos muy jóvenes para entonces, y yo chillaba por falta de cariño y atención. Durante el tiempo que empezé a hacer mi auto-terapia, un amigo mio, Renzo Manrique, me ofreció un disco rojo al ir a visitarlo a su casa. -
¿Qué es esto? - dije.
Él - Ahh, e
s un disco de música electrónica, pero no de la común, es relajante. Te juro que si duermes escuchándola al día siguiente despiertas con una sonrisa - Sonaba muy bien la propuesta. No tenía el valor para pedirlo prestado, felizmente él me lo facilitó con buena vibra.
Al llegar a casa tomé mi
discman Sony que

Maruja me había comprado por navidad. Le amaba y era mi mejor amigo para entonces, me acompañaba para todos lados el aparatejo. Luego de ponerle las pilas nuevas introduje el disco misterioso. Fui a la azotea, donde me encantaba estar, sólo. Casi en la calle, pero a tres pasos de mi cuarto. Era otoño, pero no hacía tanto frío como en estos días. Comenzó la primera canción. No tenía ni idea ni recursos para saber qué nombre tenía; sin embargo sonaba bien, bastante extraño comparado a lo que estaba acostumbrado o a los que imaginé sería, a medida iba avanzando el disco era más sabroso. La describo como una mixtura de estilos a veces muy diferentes, cantaban repetitivamente pero no tanto como en un
techno o un
diva trance track. Esta música me estaba haciendo volar y lo confirmaba cada vez que veía el horizonte, entre palmeras y palomas.
Algo similar a lo que producía en mi mente el disco Play
No detuve en ningún momento el CD, pasé la tarde así. No tenía internet en casa para entonces asi que sólo me quedó imaginar la apariencia del genio productor de este disco extraño. Me encanta caminar y para entonces también lo hacía, asi que al día siguiente tomé mis aparatos, los cuales escondi entre mis ropas; discman en bolsillo izquiero, audífonos bajo la gruesa capucha verde con negro que me gustaba usar y energía para caminar rumbo al malecón, donde tendría inmejorables imágenes para hacer videos musicales con mi vista. La pasé genial y a medida que lo repetía me sentía más alternativo en todo sentido. Era muy normal ver a Kike a los 16 y 17 años caminar ritmicamente por las calles solitarias durantes las tardes, de 5pm a 7pm, cerca al mar escuchando y gesticulando la letras de la canciónes (o las que yo imaginaba eran) o simplemente actuándolas. El hábito se convirtió en una necesidad y me ayudó a reposar la mente, asi como valorarme más y curar mi corazón.

Meses después a la primera escucha supe, de casualidad navegando en la internet, quien era el artista. Su nombre era Moby. Moby, hasta el nombre lo tenía raro. Era joven, blanco y calvo, o al menos se pelaba la cabeza. El disco que había formado mi vida y ayudado a hacerme mejor se llamaba
Play y había ganado algunos premios. Era como el símbolo de su éxito electrónico vangüardista durante los 90s y vaya que lo merecía.
Luego de
Play vinieron otros, como
Hotel y
Last Night, buenos plasticones, pero ninguno se compara con el sonido bizarro de
Play, y es que cada uno tiene diferentes clases de flujos y energías. No son nada comparables y la idea es evolucionar. A
Play lo tengo en mi PC, no sólo a él sino también al disco extra que apareció:
Play: B Sides, excelente, excelente. Asi comenzaron muchas cosas en el mundo electrónico. La primera: darme cuenta que la electrónica no tiene sólo beats y sonidos eternamente repetitivos, sino un submundo más amigable, cálido y libre.
El disco Play junto a otros, conforman mi discoteca básica de

recuerdos. Cada uno de ellos me recuerda un aspecto específico de mi vida adolescente entre confusiones, llantos, alegrías y luchas por independencia. Estos trajeron a otros parecidos luego y así se hizo una red interminable que ha sido desarrollada durante todos estos años. Hablaré del resto de discos en alguna próxima entrada, mientras tanto les debo decir: escuchen a Moby, es genial. Les prometo que si imaginan ser una pluma pequeña y llevadera cada track les levantará en peso y llevara flotando hasta la estratósfera de sus sueños.
Gracias Moby, gracias Renzo.
Gracias vida.
Síguela...