Un celular. Ya se lo había dicho a mamá, demaciadas veces como para que lo olvidara, de todas las manipuladoras maneras que conocía a esa edad. Sin embargo, ella me había repetido con la misma severidad que era un gasto el cual, para entonces, consideraba un lujo. Pareciera que tener un celular durante el verano del 2005 era un privilegio que cada vez más jóvenes tenían, excepto yo. El tiempo continuó avanzando, y en mi desesperada ansiedad ingresaba al local de Mundo TIM, tan sólo para recoger folletos promocionales sobre la última novedad: celulares cada vez más pequeños. Los imprimían en tamaño real para que entrenemos los ojos a la nueva era de comunicación y eso a me hacía sentir aun mucho más estimulado. Confieso que al llegar a casa recortaba figuras de los móviles e imaginaba que no sólo tenía uno, sino dos e incluso tres, jugando con Maruja a que recibía su llamada desde una combi que paseaba por la avenida Larco.
Fue para agosto del 2005 cuando tuve mi primer celular. No lo podía asimilar. Un sorprendete y lujoso, para mí, Sony Ericsson t290a, pantalla a color con grabador de voz. Estaba viviendo un verdadero sueño, uno que duró hasta el 2008, casi tres años, tiempo que para ser un mochilero adolescente en Piura, era bastante admirable. No era para menos, luego de tanto desear algo uno siempre teme perderlo y vaya que lo cuidaba, o, pensándolo bien, me cuidaban lo suficiente. El siguiente amor fue un Sony Ericsson w200i, habia quedado prendado de la marca, luego de tres años era increible que mi aparatejo ahora tenga mp3, cámara de fotos e incluso parlantes individuales. En noviembre del mismo año fenesió para nunca más volver.
En el primer momento agradecí la pérdida porque, ya con una vida social más amplia a la que solía tener de escolar, se me había vuelto bastante incómodo recibir llamadas inoportunas, seguimientos maternales y gastar el poco dinero que conseguía en recargar mi línea con saldo. Fue desde ese fatídico noviembre que no he vuelto a tener un teléfono móvil. Muchas personas quedan atónitas al saberlo, piensan que estoy fuea de este mundo, que no tengo vida social, se cuestionan como lo logro e imaginan que soy un anticuado. Solo puedo decir algo a todas las opiniones anteriores. Ahora vivo mejor.
Luego de tanto tiempo de haberlo gozado y consumido, puedo decir que tener un celular es, además de una gran responsabilidad, una manera bastante sigilosa de pertenecer a los demás. La idea inicial de escribir este post, era hacer un llamado, un mensaje a todos aquellos "celular-habientes" que, acostumbrados ya una vida llena de control y perpetua posibilidad de seguimiento telefónico, no le ven aun el lado negativo a portar un móvil. Para ustedes es que escribo este reflexiva y sincera lista:
Ventajas de NO tener teléfono celular.
- Soy libre de paranóias tecnológicas, evitando pensar que uno de los celulares que suenan cerca a mí podría pertenecerme, no imagino vibraciones falsas en mis bolsillos y tampoco escucho mi timbre imaginariamente en medio de una canción.
- No tengo que evadir llamadas inoportunas dejándo el timbre sonar ilimitadamente y creándo confusiones y molestia entre mis amigos.
- Colaboro al ahorro de energía mundial al no estar cargándolo las famosas y necesarias dos horas diarias luego de haber escuchado todo el día música por las calles.
- Poseo valentía al pasar por calles peligrosas, combis y áreas superpobladas, ya que no tengo nada prominente ni en los pantalones, ni en mi casaca.
- Nadie me reclama/putea por haber tenido el celular apagado al llegar a casa un domingo por la mañana, ni al encenderlo de nuevo para continuar mi día.
- No gasto ni un solo céntimo en aumentar mi saldo, no me estreso traduciendo la publicidad sobre promociones en telefonía, ni busco preocupado por el barrio algún lugar donde puedan ofrecerme recargas virtuales.
- Si me emborracho no tengo que despertar angustiado tocándome los bolsillos para comprobar que estoy completo.
- No soy un peligro para la paz de eventos públicos como la proyección de películas, obras de teatro o visitas guiadas en museos.
- YO decido a quien y cuando llamar, a la hora que se me plazca, obteniendo una vida libre de presiones e investigaciones.
- Las llamadas desde números privados no existen para mí, no experimento esa inseguridad intensa entre el contestar o no hacerlo.
Bonus Track
- Las competencias sociales sobre superioridad me mantienen sin cuidado, no debo temer al momento en el que todos comparan cuán bueno, bonito y costoso es el móvil.
- Y la mejor de todas. No tengo que andar preocupado pensando en donde dejé el celular.
Son algunas de las razones por las que, he notado, vivo más cómodo no teniendo un celular conmigo en todas partes. Quería plasmar esto hace muchos meses atrás y ahora, que he regresado a mi descuidado blog era momento de concretarlo. Agrego, además, que con todo esto no quiero afirmar que el tener un celular sea incoveniente e indeseable, te puede sacar de muchas confusiones y problemas, además de ser una herramienta social áltamente útil, sin embargo el no poseerlo, luego de los balances generales, no está nada, nadita mal.
Así como yo pude, ¿Ustedes podrían vivir sin celular 10 meses? Síguela...